Montevideo, 15 de octubre de 2023 | Olga Colipe Ferreira O.S.R – Montevideo – Uruguay

El domingo 15 de octubre, día del Santísimo Redentor, se cumplieron 40 años de mi primera profesión. Aquel día, en Ramos Mejía acompañada por mi mamá Antolina, mi hermana Audina y mis sobrina/o Patricia y Carlos hice mi profesión simple como Oblata del Santísimo Redentor. Este paso que me integraba a la Familia Oblata, donde la fe, la esperanza y el amor hacia quien me había llamado a caminar sobre sus huellas, me impulsaba a entregar mi vida y abrazar este carisma, esta espiritualidad y esta misión con entusiasmo y alegría.

Este camino me fue llevando hacia diferentes comunidades y proyectos donde pude conocer y compartir la vida y la misión con Hnas y Laicado, entretejiendo lazos fuertes, enriquecedores que permanecen y trascienden tiempo y espacio.

La urdimbre firme, con ese conjunto de líneas que sostienen la trama que se inserta por encima y por debajo en su libre y creativo ir y venir. Esta trama que cuenta con muchos hilos multicolores, con nudos que hacen memoria de encuentros sanadores cuando la fragilidad se manifestó más profundamente, con texturas suaves y otras un poco más rústicas. Esa tela bella y fuerte es fruto de muchas personas que aportaron hilos, color y textura a mi vida.


40 años, más de la mitad de mi vida

Se asemeja a un suspiro, donde al inspirar se llena nuestro interior de oxígeno, de expectativas, desafíos, sueños, proyectos y al expirar se convierte en encuentros, abrazos, pisar la tierra sagrada, ponerle cuerpo, forma y color a la misión.

He leído que el aniversario de los 40 años, se le llama Bodas de Rubí. Es esa piedra preciosa de un rojo intenso. De hecho, en las antiguas culturas de la India se consideraba que el rubí contenía dentro de sí el fuego de la pasión, de la vida larga y del amor. Creo que precisamente, si hay algo que tengo que agradecer es la fidelidad del Redentor en mi vida. Siempre fue mi sostén y mi fortaleza.

A lo largo de estos 40 años, tengo un corazón agradecido por mi familia que me brindaron la base firme de mis valores fundamentales. También un profundo agradecimiento por la vida en comunidad con mis Hnas Oblatas y el compartir la misión con las Mujeres y el Laicado, han sido, son y serán el alimento más nutritivo de mi vida consagrada.En el caminar de estos 40 años, mi vida se fue transformando, a la vez que me ha regalado algunas certezas:

Dios está siempre a mi lado, aunque en algunos momentos no lo percibí, luego constaté que sin su sostén no habría logrado salir adelante. Que la vida en comunidad me ha confirma el sentido de familia, que el contacto directo con las Mujeres en la misión me ha ido configurando mi ser Oblata.

Que cada vez que una puerta se abre para permitirnos la entrada, son pasos seguros hacia el encuentro con las Mujeres, es Tierra Sagrada. La misericordia, empatía, solidaridad primero se experimenta, luego se enriquece y acrecienta en el compartir con las demás personas. La vida consagrada potencia y fortalece el sentido de libertad y el compromiso profético: defender la vida y denunciar las injusticias.

GRACIAS A LA VIDA QUE ME HA DADO TANTO!

Me regaló nacer en la Patagonia argentina, donde conocí a las Oblatas del Smo. Redentor y quise abrazar ese llamado a la Vida Consagrada. Fue guiando mis pasos en distintas comunidades: General Roca, Rosario, La Boca y Montevideo donde vivo y comparto la riqueza del Pueblo Uruguayo.

Gracias a Madre Antonia y Padre Serra, nuestros queridos fundadores, que soñaron y abrieron las puertas para las Mujeres en situación de prostitución y/o víctimas de la Trata de Personas. Gracias a la Familia Oblata que abre sus brazos y fortalece el trabajo conjunto.

¡Simplemente Gracias! ¡Profundamente Gracias! ¡Amorosamente Gracias!